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Foto del escritorICM Yucatán

Carta Pastoral por el VII Congreso Eucarístico Nacional 2019

A TODOS LOS SACERDOTES, DIÁCONOS, CONSAGRADOS (AS), SEMINARISTAS Y LAICOS DE ESTA AMADA IGLESIA DE YUCATÁN: ¡PAX!

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con afecto y les deseo todo bien en el Señor. Nuestra Iglesia arquidiocesana está convocando a una gran ‘statio Ecclesiarum’ para celebrar el VII Congreso Eucarístico Nacional1 dentro de un año. Hoy, en esta fiesta litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores, comenzamos la preparación para tan grande y trascendente acontecimiento en la vida de la Iglesia que peregrina en México, y cuya culminación será en la gran «Statio Orbis», de modo que juntos participemos del único Sacramento de la Eucaristía: Cristo el Pan que da la vida y que Jesucristo nos dejó como alimento cotidiano para nuestro peregrinar.

1. ¿Qué es un Congreso Eucarístico?

La mejor descripción de un Congreso Eucarístico está en el Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto Eucarístico fuera de la Misa (RCFM), que, en los números 109-112, dice textualmente: «Los congresos eucarísticos, que surgieron recientemente en la vida de la Iglesia como una peculiar manifestación del culto eucarístico, deben considerarse como una estación a la que la comunidad local invita a toda la diócesis, o una diócesis invita a las demás diócesis de toda una región, nación o aun de todo el mundo, para que unánimemente se dediquen a considerar con mayor profundidad un determinado aspecto del Misterio Eucarístico, y a venerarlo públicamente con vínculos de caridad y de unidad.

Es necesario que estos congresos sean un signo auténtico de fe y caridad, por la plena participación de la Iglesia local y por la manifestación de la unión con las demás Iglesias»2. Más que un evento social, es un acontecimiento de fe y de cultura, para formar el Cuerpo místico de Cristo, y que el mundo conozca mejor el Misterio de la Eucaristía.

1 Los documentos del Magisterio de la Iglesia consideran que los Congresos Eucarísticos, «son un signo importante de verdadera fe y caridad». Cfr. Cf. RITUALE ROMANUM, De sacra Communione et de cultu Mysterii eucharistici extra Missam, Praenotanda, n. 109. 2 Cfr. RCFM 109.

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2. ¿Cuál es el objetivo de este 7° Congreso Eucarístico Nacional?

El OBJETIVO es: Las Iglesias Particulares que peregrinan en México, convocadas en Congreso Eucarístico, reflexionan sobre la necesidad de profundizar y renovar constantemente su fe eucarística, para proyectarla en acciones que favorezcan su vida pastoral a fin de continuar trabajando por la paz y la justicia que permitan una sociedad más fraterna y solidaria.

3. El sentido litúrgico de una “Estación”.

El Congreso Eucarístico es una «estación» de la Iglesia que peregrina en un lugar. Es como una «parada» del mundo católico en un lugar determinado, que se detiene en una Iglesia local concreta. Su sede es punto de convergencia de todas las Iglesias y centro espiritual del mundo o de un sector, para expresar la fe católica en el misterio eucarístico, y dar expresión social al amor.

El término «estación» está tomado del lenguaje militar romano, y significa: montar guardia. La Iglesia expresa así el deber del cristiano de dedicarse a la vigilancia, a la conversión y a la oración. Se usó como término técnico en la práctica cuaresmal de la antigua Iglesia romana, designando la asamblea eucarística presidida por su obispo el Papa. Hacia las tres de la tarde, el pueblo acudía junto con el clero a la iglesia señalada, llamada «colecta». De ahí, precedidos por el Papa, iban en procesión hacia la iglesia estacional; el Papa celebraba con su presbiterio, ofrecía la comunión a los fieles, y concluía la celebración a la puesta del sol. La procesión indica el camino de conversión; la presencia del obispo, la gran asamblea eucarística y la invocación de los santos, ponían de relieve la unidad en la misma fe y caridad.

Un Congreso Eucarístico, al ser una estación, es una asamblea que reúne al pueblo cristiano de diferentes procedencias y condiciones, poniendo de relieve el lugar central de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y de su misión en medio del mundo. Es una pausa de compromiso y oración. Una comunidad invita a las otras Iglesias de la misma nación o región, para profundizar juntos en un determinado aspecto del Misterio Eucarístico, ofreciendo así un homenaje de pública adoración, con el vínculo de la caridad y de la paz. Es un signo auténtico de fe y caridad y un verdadero acontecimiento eclesial: por la participación de la Iglesia local y por la presencia representativa de otras iglesias católicas. Las iglesias particulares, unidas significativamente en la comunión eucarística, forman una sola gran asamblea que manifiesta de manera peculiar el culto eucarístico de la vida de la Iglesia. Sin Eucaristía no existiría la Iglesia, y sin la Iglesia no se daría la Eucaristía.

4. El centro del Congreso es la Eucaristía

Los participantes en un Congreso Eucarístico se reúnen para estudiar temas sobre la Eucaristía, adorar a Jesús presente en la Eucaristía con actos públicos y solemnes, y buscar estrategias para mejorar la participación y la devoción eucarística. Así describe la Eucaristía el Código de Derecho Canónico del Concilio Vaticano II:

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«El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan»3.

Existen estas tres facetas en el culto eucarístico:

  1. La Santa Misa. La celebración eucarística es la raíz misma del Sacramento, la acción del mismo Cristo, por el ministerio del obispo o del presbítero, en el cual el pueblo cristiano participa unido a su Señor. Es el Sacramento del pan y del vino, donde se da el Cuerpo y Sangre del Señor; la Comunión no es una realidad aparte, sino la participación más plena en el Sacrificio Eucarístico.

  2. La Adoración. La Eucaristía no se agota en la celebración, sino que, consagrados el pan y el vino, permanecen como sacramento de la presencia real y viva del Señor en medio de su pueblo.

  3. La Vida cristiana. La Eucaristía y la vida están estrechamente ligadas. La Eucaristía lleva a la vida, y la vida lleva a la Eucaristía. La celebración y adoración eucarística deben conducir al cristiano a una vida “eucaristizada”, a través de la cual se despliega y realiza en la existencia concreta todo lo que se ha celebrado y contemplado, haciendo del cristiano un adorador en espíritu y en verdad. Así, el cristiano se abre a la solidaridad cristiana, para crear una nueva civilización del amor, en la que todo prójimo es nuestro hermano, y la humanidad es una mesa común en la que todos cabemos.

Antes del Concilio Vaticano II, sólo se acentuaba la Presencia real, y se insistía en la Comunión frecuente, mensual o semanal; tras el Concilio, que recoge los frutos del movimiento litúrgico, bíblico, y ecuménico, hoy se atienden todos los aspectos, teniendo como raíz, centro y momento por excelencia el sacrificio Eucarístico.

5. El lema del 7° Congreso Eucarístico Nacional

Mirando el horizonte vital de todo el pueblo de Dios que peregrina en México, hemos creído conveniente que el lema de nuestro Congreso sea este: “PUEBLO DE DIOS: LEVÁNTATE Y COME, EL CAMINO ES LARGO”, basado en el episodio del profeta Elías que, ante la terrible amenaza de la reina Jezabel, esposa del rey Ajab, comenzó a vivir situaciones deplorables de angustia y desesperación. Veamos el relato, que dice así:

“Un ángel del Señor tocó al profeta Elías, que estaba durmiendo, y le dijo: - Levántate y come.

3 Código de Derecho Canónico, 897.

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Elías miró y a su cabecera vio una torta de pan cocido sobre piedras calientes junto a una jarra de agua. Comió, bebió y volvió a acostarse. Pero el ángel del Señor lo tocó de nuevo y le dijo:

- Levántate y come, porque el camino todavía es muy largo. Elías se levantó, comió y bebió; y con la fuerza de aquella comida caminó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios4.

Este episodio es todo un relato lleno de profundo simbolismo. Leyendo todo el episodio se tiene la impresión de que el profeta Elías no medía desde el comienzo todo el alcance de su viaje. Todo empezó por una simple huida para salvar su vida de las amenazas furibundas de la perversa mujer de Ajab, la cruel Jezabel: “Elías tuvo miedo, se levantó y se fue para salvar su vida5; pero la huida se convirtió después en un caminar desorientado por el desierto a la manera del autómata que marcha sin orientación correcta. Y, al final, con la aparición del ángel y la presencia de la comida y la bebida, la huida inicial y el caminar desorientado se convirtieron en una auténtica peregrinación hacia los lugares santos donde se creía que habitaba el Dios de Israel. En resumen: en el comienzo del viaje, un simple miedo; al final, toda la fuerza de la montaña santa que actuó sobre el alma del profeta a la manera de un poderoso imán.

En la vida del profeta Elías el viaje a la montaña Horeb es todo un símbolo: es la vuelta a las fuentes de la fe pura. En el Horeb el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se había empezado a revelar bajo el nombre de “Yahvé”6; el Horeb había sido el monte de las confidencias entre Moisés y Yahvé7; en el Horeb se había sellado la Alianza, que está en la base de la religión judía8.

El caminar de Elías a través de los reinos del Norte y del Sur primero, y luego a través del desierto, no es tanto un desplazamiento a través de una porción geográfica, cuanto un símbolo de la existencia humana, que pasa por una serie de altibajos, bien reflejados en las actitudes y sentimientos que se suceden en el ánimo del profeta Elías a lo largo del camino: miedo, tedio, hastío, hambre, desesperación, ansiedades, conciencia de culpabilidad y, al final, fortalecido con el alimento y la bebida, todo se convirtió en un caminar ilusionado y decidido hasta el monte donde Dios se le iba a revelar.

En este “hoy tenso y complejo”9 en el que estamos viviendo, el encuentro con Cristo vivo, requiere que los discípulos cultiven la familiaridad con Él; de lo contrario el rostro del Señor se opaca, la misión pierde fuerza, la conversión pastoral retrocede. ¡Hay tanta dispersión interior y también exterior! Los múltiples acontecimientos, la fragmentación de la realidad, la instantaneidad y la velocidad del presente, podrían

4 1 Re 19, 5-8. 5 19, 3. 6 Ex3,6. 7 Ex 33, 18-34, 9.8 Ex 19-24.

9 Papa Francisco, Discurso del Santo Padre en el encuentro con el Comité Directivo del CELAM, Nunciatura apostólica, Bogotá Jueves 7 de septiembre de 2017.

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hacernos caer en la dispersión y en el vacío. En el evangelio san Marcos nos dice que Jesús invitó a sus más cercanos discípulos: «Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado»10.

Estoy seguro de que en el corazón de todos los fieles (obispo, sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos, jóvenes y adultos), hay un gran deseo de llegar hacia un futuro que sólo Dios conoce y a Él le pertenece. Este Congreso debe servir para despertar, en todos, el coraje de arriesgarse junto a Dios y de volvernos una “iglesia en salida”, como tantas veces ha repetido el Papa Francisco: una iglesia samaritana, cercana al pueblo, pobre con los pobres, misionera, sinodal; en una palabra, más evangelizadora.

6. Vivimos ante una compleja realidad

El desarrollo científico, las innovaciones tecnológicas sorprendentes y sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida11, han dado lugar a un extraordinario giro histórico que se percibe en todos los campos de la vida humana12. Esto lo anticipó el Concilio Vaticano II cuando afirmó:

En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad. El Concilio, testigo y expositor de la fe de todo el Pueblo de Dios congregado por Cristo, no puede dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar con ella acerca de todos estos problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio... Es la persona del hombre la que hay que salvar13. Es la sociedad humana la que hay que renovar14.

“Nos preocupa, afirmamos los obispos de México, el arribo de una nueva cultura que desdibuja y mutila la figura humana, ya que es aquí donde se encuentra el corazón de la profunda transformación que se está dando en nuestro país: ¡la negación de la primacía del ser humano!15, es decir, nos encontramos ante una profunda crisis antropológico-cultural. El Papa Francisco identifica este fenómeno humano llamándolo “cultura del descarte”16. Esta realidad genera en su raíz una eliminación de las personas: uno queda excluido y deja de pertenecer a la sociedad en la que se vive. Los excluidos no son “explotados”, dice el Papa, sino desechos, y, por tanto, se les considera “sobrantes”17. La Iglesia es hoy, dice el Santo Padre, “un hospital de campaña con muchos heridos que debe atender”18.

10 Mc 6, 31. 11 PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica post-sinodal Evangelii Gaudium. 24 de noviembre de 2013, 52. 12 CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO, Proyecto global de pastoral 2031-2033, Hacia el encuentro de Jesucristo Redentor, bajo la mirada amorosa de Santa María de Guadalupe, 20. 13 “El hombre, pero el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad. 14 CONCILIO VATICANO II, Const. Gaudium et spes, 3. 15 PAPA FRANCISCO, Exhortación Apostólica post-sinodal Evangelii Gaudium. 24 de noviembre de 2013, 55. 16 Cfr. FRANCISCO, ibidem, 53. 17 Ibidem. 18 Cfr. L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, Año XLV, n. 39 (2.333), 27 de septiembre de 2013. Cfr. CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO, Proyecto global..., op cit.

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Hace tiempo que se habla y se experimentan profundas y aceleradas transformaciones que están afectando todos los campos de la vida de las personas; por tanto, es necesario acompañar a quienes sufren las consecuencias y estragos de estos nuevos fenómenos, porque la Iglesia no es ajena o extraña a la sociedad en la que se encuentra inmersa, y, entre todos, como fieles discípulos del Señor, ”asumir, con corazón de padres y hermanos, esta oportunidad con una profunda confianza, para potenciar todas aquellas iniciativas que favorezcan la presencia del Reino de Dios”19.

Va surgiendo, pues, “con gran fuerza una sobrevaloración del individuo por encima de la colectividad. Un individualismo que debilita y rompe los vínculos comunitarios, olvidando la construcción del bien común y abriendo camino a la satisfacción inmediata de los deseos del individuo”20. Además, la economía crece continuamente, pero al grado que “causa hondos sufrimientos a muchas personas. Las cifras que arrojan cada día los mercados no son sólo números o gráficas; son muchas historias humanas de dolor y desesperación que se viven a diario en el mundo por falta de salud, educación, viviendas dignas y los más elementales derechos para una vida decorosa”21.

Finalmente, vivimos inmersos en “una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos”22, lo que ha hecho que los fieles renuncien a sus prácticas religiosas y abandonen la fe, dando lugar a “una especie de apostasía silenciosa, un rechazo de Dios y de la fe cristiana en la política, en la economía, en la dimensión ética y moral y en la cultura post-moderna occidental”23.

Especial mención merece la llegada y proliferación de nuevas espiritualidades a países, como el nuestro, de honda tradición cristiana, que transforman radicalmente la forma de asumir la fe y dan lugar a la pérdida del fervor original. A esto hay que añadirle una ideología reciente que se la conoce con el nombre de “crisis de sentido”, que “trastoca los valores, comportamientos, conductas y formas de ser que le daban significado a nuestra vida”, al grado de que ocasiona desaliento, desorientación, superficialidad “una especie de depresión humana, espiritual y moral”24. Y, para terminar de enredar este laberinto en el que nos sumergen estos cambios en el mundo actual, hay que señalar que la familia se ve gravemente afectada por la ideología de género, la ideologización de la sexualidad y la de los roles que la mujer quiere desempeñar en la sociedad25.

19 Cfr. CONFERENCIA DEL EPISCOPADO MEXICANO, Proyecto global..., op cit., 26. 20 Ibid., 29. 21 Ibid., 31. 22 JOSEPH RATZINGER. Homilía. Misa "Pro eligendo Pontifice", Roma, 18 de abril de 2005. 23 ROBERT SARAH. (4 de noviembre de 2013) Participación en el Encuentro sobre la Caridad. Conferencias Episcopales Europeas, Tieste, Italia. (https://es.zenit.org/articles/cardenal-sarah-la-caridad-no- se-reduzca-a-una-expresion-filantropica/).

24 Cfr. ibid., 37. 25 Cfr. Ibid., 38-41. Cada creyente debe estar atento a la mentalidad relativista que nace del mismo individualismo, que hace pensar que no hay verdades objetivas y universales, lo cual nulifica todo principio ético; cada creyente debe estar atento al pensamiento materialista, que nos hace olvidar los valores espirituales y la dignidad de las personas; cada creyente debe estar atento contra la mentalidad pansexualista, que justifica cualquier pensamiento y comportamiento sexual, olvidando la dignidad de cada ser como templo

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7. Pero, el Señor dice: “Levántate y come”

Esta situación que nos lastima hondamente nos lleva al firme empeño por construir, aquí, un adelanto del “cielo nuevo y de la tierra nueva”26 que esperamos, y que, gracias a la fuerza que nos da la Eucaristía, podemos, como el profeta Elías, seguir sin cansarnos en las cosas del Reino de Dios.

Todo este esfuerzo sólo es posible si el inefable don de la Eucaristía es “la fuente de la vida que nos purifica y nos fortalece de modo que vivamos no ya para nosotros, sino para Dios, y nos unamos entre nosotros mismos con el estrechísimo vínculo de la caridad”27.

Por la Eucaristía, Jesucristo día y noche está en medio de nosotros, habita con nosotros lleno de gracia y de verdad28; ordena las costumbres, alimenta las virtudes, consuela a los afligidos, fortalece a los débiles, incita a su imitación a todos los que a Él se acercan29. Es el alimento que fortalece para seguir en el camino diario de la santidad, porque nuestro Señor Jesucristo nos dio su carne para comerla30.

La Eucaristía es el sacramento que hace más presente en nuestra historia el acontecimiento central de la salvación: el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y celebra así el encuentro entre Dios y el ser humano en Cristo, en la nueva alianza que él selló para siempre en la cruz, gesto de amor salvífico para nosotros, radicalizando su oblación al Padre en una entrega total por nosotros, anticipado por el gesto profético de la Última Cena: «Esto es mi Cuerpo que será entregado por ustedes y esta es mi Sangre que será derramada por ustedes»31.

La Eucaristía es, pues, el gesto supremo de fidelidad, de un Dios que no se rige según la lógica del poder, sino del servicio y de la donación. Es el gesto de un Dios amigo, cuyo amor es tan grande que trastorna y supera los esquemas racionales del hombre, sus afanes y sus intereses. Y, como afirmamos en la actual Plegaria III del misal romano, “fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo”32, la Eucaristía nos desafía a reconocer y a confrontar las estructuras de pecado en las que vivimos. El Señor nos dice: “Levántate y come, porque el camino es largo”.

Su Santidad Benedicto XVI, explicó: «Los fieles cristianos necesitan una comprensión más profunda de las relaciones entre la Eucaristía y la vida cotidiana. La espiritualidad eucarística no es solamente participación en la Misa y devoción al Santísimo

del Dios vivo; cada creyente debe convertirse en un defensor acérrimo de la vida humana, desde el primer momento de su concepción hasta el último instante de su muerte natural; cada creyente debe ser un defensor de la familia como institución de origen divino, que debe permanecer fiel a su propia vocación de acuerdo al plan de Dios.

26 Ap 21, 1-8.

  1. 27  PABLO VI, Carta encíclica Mysterium fidei, 1.

  2. 28  Cf. Col 3, 3.

  3. 29  PABLO VI, Carta encíclica Mysterium fidei, 8.

  4. 30  Jn 6, 48 ss.

  5. 31  1Co11,24;Lc22,19.

  6. 32  Anáfora Tercera del Misal Romano.

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Sacramento. Abarca la vida entera. Hoy es necesario redescubrir que Jesucristo no es una simple convicción privada o una doctrina abstracta, sino una persona real cuya entrada en la historia es capaz de renovar la vida de todos. Por eso la Eucaristía, como fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia, se tiene que traducir en espiritualidad, en vida según el Espíritu33».

8. Eucaristía y vida

No obstante, debemos vigilar siempre para que este gran encuentro con Cristo en la Eucaristía no se convierta para nosotros en un acto rutinario. Efectivamente, en este Sacramento del pan y del vino, de la comida y de la bebida, todo lo que es humano sufre una singular transformación y elevación. El culto eucarístico no es tanto culto de la trascendencia inaccesible, cuanto de la divina condescendencia y es a su vez transformación misericordiosa y redentora del mundo en el corazón del hombre34.

Recordemos que la Eucaristía es, en palabras de san Juan Pablo II, “el don más grande de la Iglesia”35, un bien común de toda la Iglesia, como sacramento de su unidad. La «fracción del pan» -como al principio se llamaba a la Eucaristía- ha estado siempre en el centro de la vida de la Iglesia. Por ella, Cristo hace presente a lo largo de los siglos el misterio de su muerte y resurrección; en ella se le recibe a Él en persona, como «pan vivo que ha bajado del cielo»36, y con Él se nos da la prenda de la vida eterna.

La Eucaristía no es “algo” sino “Alguien”: el Señor, que de modo sacramental actualiza en cada momento de la historia su Pascua, su sacrificio Pascual. Es esta presencia real del Señor en la Eucaristía, lo que constituye el fundamento primero de la devoción y del culto al Santísimo Sacramento. Ahí está Cristo, Dios y hombre verdadero. En Él creemos y a Él adoramos. Cuando la Iglesia nos llama a adorar a Jesús Sacramentado, a pedirle dones espirituales y temporales, a confiar en Él, manifiesta su viva fe y expresa su gratitud con sencillez y gozo a su Señor37.

Jesucristo no sólo es el centro de la historia de la Iglesia, sino también de la historia de la humanidad: todo se recapitula en Él38; «es el fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización, centro del género humano, gozo de todos los corazones y plenitud de sus aspiraciones»39. Junto con toda la tradición de la Iglesia, nosotros creemos que bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús. Una presencia -como explicó muy claramente el Beato Papa Pablo VI- que se llama «real» no por exclusión, como si las otras formas de presencia no fueran reales, sino por antonomasia, porque por medio de ella Cristo se hace sustancialmente presente en la

33 cf. Rm 8, 4s; Gal 5, 16.25. Cfr. Papa Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis, 77.34 JUAN PABLO II, Carta Dominicae cenae, 7. 35 Ibid., 12. 36 Jn 6,51.

37 cfr. PIO XII, Encíclica Mediator Dei, 164. 38 cf. Ef 1,10; Col 1,15-20. 39 CONCILIO VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 45; cfr. JUAN PABLO II, Carta apostólica Mane nobiscum domine, 6.

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realidad de su cuerpo y de su sangre40. Por esto la fe nos pide que, ante la Eucaristía, seamos conscientes de que estamos ante Cristo mismo41.

“¡Gran misterio la Eucaristía!”, exclama san Juan Pablo II42. El Señor, real y verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía, es fuente de fortaleza para permanecer en la fidelidad y el amor a Dios y a los hermanos. La Eucaristía nos da fuerza interior, como asegura san Pablo cuando escribe: «Cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva»43. Es necesario, entonces, que cada fiel asimile, en la meditación personal y comunitaria, los valores que la Eucaristía expresa, las actitudes que inspira, los propósitos de vida que suscita. Porque es el alimento para todos: “Levántate y come, porque el camino es largo”.

9. Adoración Eucarística

Recordando que la Eucaristía, presencia real del Señor Jesucristo en el sacramento del altar es el misterio sumo de nuestra fe, el Papa emérito Benedicto XVI decía que "cada vez que el sacerdote renueva el sacrificio eucarístico", presta "la voz, las manos y el corazón a Cristo, que quiso quedarse con nosotros y ser el corazón palpitante de la Iglesia. Pero también después de la celebración de los misterios divinos, el Señor Jesús permanece vivo en el tabernáculo y por eso se le alaba sobre todo a través de la adoración eucarística"; porque "fuera de la Santa Misa prolonga e intensifica cuánto ha sucedido en la celebración litúrgica y hace posible una acogida profunda y verdadera de Cristo"44.

De este modo, cuando nos reunimos en torno a Jesús Sacramentado para adorarlo, lo hacemos desde la fe, confesándole nuestra fe, confianza y amor; lo hacemos para manifestarle nuestra acción de gracias por los logros obtenidos, que ponemos en sus manos pidiéndole los transforme en frutos de vida eterna. Lo hacemos respondiendo a la invitación que, con palabras llenas de consuelo, de misericordia y de fortaleza nos hace siempre: “Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados”45. Una invitación conmovedora a la que ningún creyente debería mostrarse indiferente; invitación que sin duda es más que oportuno escuchar, particularmente hoy, en este nuestro tiempo tan lleno de oscuridades provocadas por la indiferencia, por el individualismo, por el secularismo y por la presencia de tantos anti valores en nuestra sociedad.

“Vengan a mí”, dice Jesús. Pero, podríamos preguntarnos: ¿para qué?, ¿qué podría pasar en ese rato? Podría pasar mucho, o casi nada. Puede haber silencio, rezos o cantos. Pero, lo fundamental, es simplemente “saber estar”; mirar y dejarse mirar. Surgirán a veces oraciones profundas y sentidas que harán que la adoración se vuelva momento fecundo, momento de encuentro entre un alma que deja todo en las manos de su Señor, y un Dios que recibe lo que su "adorador" tiene para ofrecerle. Lo importante es “saber estar”.

40 Cf. Enc. Mysterium fidei (3 septiembre 1965), 39: AAS 57 (1965), 764; S. Congregación de Ritos, Instr. Eucharisticum mysterium, sobre el culto del misterio eucarístico (25 mayo 1967), 9: AAS 59 (1967), 547. 41 cfr. JUAN PABLO II, Carta apostólica Mane nobiscum domine, 16. 42 cfr. JUAN PABLO II, Carta apostólica Mane nobiscum domine, 17.

43 1 Co 11, 26. 44 BENEDICTO XVI, Angelus, 10.VI.2007.45 Mt 11, 28.

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Porque, adorar a Jesús Eucaristía, es ir a su encuentro, en silencio en medio de este mundo tan lleno de ruido y vaciedad, para escuchar lo que Él tiene que decirnos, para descubrir lo que Dios desea de nosotros. Es también hablar con Él como con el mejor amigo contándole lo que nos sucede, alegra o preocupa. Es abrir el corazón a Aquél que no sólo nos entiende, sino que también nos ofrece aliento y serenidad porque nos ama.

Adorar a Jesús Sacramentado, quiere decir “estar con Él”, estableciendo un diálogo sincero y sencillo; significa contemplarlo, pasar tiempo a su lado y dejarse querer: tan sencillo como importante, y tan accesible como exclusivo. Rezar, platicar, compartir, preguntar, escuchar, cantar, estar, amar, agradecer y dejarse amar. Hablarle con el corazón. Porque es Él quien, conociéndonos verdaderamente, quiere cada día bendecirnos. Es Él quien, mejor que nosotros, sabe valorar lo que cada uno ha querido y quiere ofrecerle.

10. La obra social de un Congreso Eucarístico

Ahora bien, la Eucaristía tiene una dimensión social. la Eucaristía, celebrada en comunidad, nos enseña acerca de la dignidad humana, nos llama a tener una relación recta con Dios, con la naturaleza, con nosotros mismos y con los demás, nos invita a la comunidad y a la solidaridad y nos envía en misión a ayudar y transformar nuestras comunidades y al mundo entero. La Eucaristía “no debilita, sino que más bien estimula nuestro sentido de responsabilidad respecto a la tierra presente. Ante el rostro de pecado e injusticias que vemos presentes en nuestras comunidades y en nuestro mundo, la Eucaristía pone una semilla de viva esperanza en la dedicación cotidiana de cada uno a sus propias tareas”, retándonos a vivir vidas “eucarísticas” y afirmando nuestro papel, tanto como ciudadanos, como hombres y mujeres de distintas profesiones y en distintos niveles de la sociedad, cuyo cometido es contribuir con la luz del Evangelio a la edificación de un mundo habitable y plenamente conforme al designio de Dios46.

Dicen los Estatutos: «Se atienda la cuidadosa búsqueda de iniciativas y la diligente realización de obras sociales, de manera que la Mesa eucarística suponga la solidaridad y la participación con los pobres y el anuncio de un mundo más justo en espera de la venida del Señor»47.

La obra social es la huella que deja el congreso eucarístico a su paso. Trata de unificar nuestras acciones y gestos caritativos hacia migrantes, sectores marginados: ¿qué exigencias prácticas de caridad y justicia concreta tiene la participación en la Mesa del Señor? Así, la solidaridad tiene su fuente en la Eucaristía, sacramento de unidad y vínculo de caridad. El encuentro con Cristo en la Eucaristía nos lleva necesariamente al encuentro y al servicio del hermano necesitado.

La solidaridad tiene su fuente en la Eucaristía, sacramento de unidad y vínculo de caridad: denuncia, concientización, campañas (ayudas, donaciones de sangre, de órganos, centros de ayuda espiritual o de voluntariado, inundaciones, desgracias colectivas),

46 San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 20. 47 Cfr. Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos, Estatutos, art. 20.

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eventos, gestos concretos (colaboración con Cáritas, despensas, comunicación de necesidades y necesitados concretos para una personal responsabilización caritativa, atención a los enfermos, etc.). Los presos, los migrantes, las víctimas de trata, los pescadores, los que sufren de modo más inmediato el abuso contra nuestra tierra, son algunos de los rostros de Cristo en medio de nuestro pueblo. Cada diócesis debe tener una expresión particular de caridad, justicia, paz y solidaridad con motivo del congreso eucarístico: ¿cuál será la expresión en Yucatán?

La devoción eucarística debe cristalizarse en obras concretas de caridad cristiana que lleve a la solidaridad a toda la comunidad. Debe subrayarse debidamente, con el fin de hacer saber que el encuentro con Cristo en la Eucaristía nos lleva necesariamente al encuentro y al servicio del hermano necesitado.

11. La Eucaristía y la ecología integral

Dentro de las posibles acciones sociales que deje este congreso eucarístico nacional, no hemos de descartar alguna acción de tipo ecológico, tomando en cuenta la visión integral de la ecología, que nos presenta el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si. En efecto, en el número 49 de la Laudato Si, el Papa nos ha llamado a “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”, porque los daños ecológicos perjudican en primer lugar, de manera inmediata y grande a los pobres. Nos dice el Sumo Pontífice que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental” (LS 139). En esta integralidad de la visión ecológica, el Papa ve la realidad de los sacramentos como signos que Dios ha tomado de la naturaleza para expresar la salvación.

Dice el número 236 de la Laudato Si: “En la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación. La gracia, que tiende a manifestarse de modo sensible, logra una expresión asombrosa, cuando Dios mismo, hecho hombre, llega a hacerse comer por su criatura. El Señor, en el colmo del misterio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia. No desde arriba, sino desde adentro, para que en nuestro propio mundo pudiéramos encontrarlo a Él. En la Eucaristía ya está realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable. Unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el cosmos da gracias a Dios...” El Sacramento Eucarístico, por el amor de Cristo, requiere de pan y de vino, “fruto de la tierra y del trabajo del hombre”. “...la Eucaristía es también fuente de luz y motivación para nuestras preocupaciones por el ambiente, y. Os orienta a ser custodios de todo lo creado” (LS 236).

12. La Eucaristía y la paz.

En muchos lugares de México se han vivido años de angustia debido a la inseguridad y los enfrentamientos entre los distintos grupos del crimen organizado. Han sido tiempos de mucho dolor a causa de los enfrentamientos, muertes, desapariciones e impunidad. En la tercera parte del Proyecto Global de Pastoral 2031-2033 del episcopado mexicano aparecen las cinco opciones pastorales de este proyecto, y una de ellas es la

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Opción por una Iglesia comprometida con la paz y las cusas sociales. Los compromisos pastorales derivados de esta opción son:

  1. Incorporar la Doctrina Social de la Iglesia como un eje transversal en la formación de los agentes.

  2. Impulsar y reconstruir el sentido comunitario de nuestras comunidades.

  3. Dialogar y colaborar con las autoridades en los diferentes niveles de gobierno, la sociedad civil, organismos nacionales e internacionales para construir la paz.

  4. Apoyar y acompañar las causas indígenas en el cuidado y protección de sus riquezas naturales, de su territorio y cultura.

  5. Apoyar la fundación de centros de derechos humanos en las comunidades cristianas.

  6. Acoger, proteger, promover e integrar a nuestros hermanos migrantes.

  7. Fomentar el sentido de responsabilidad civil de los ciudadanos.

La celebración de cada Eucaristía no puede quedar al margen de esta opción y de estos compromisos pastorales. En cada Misa, antes de comulgar, recordamos que en la última cena que Jesús dijo a los apóstoles “la paz les dejo, mi paz les doy”, y luego de que el celebrante nos ofrece a todos esa paz del Señor todos nos damos el saludo de la paz. Este momento litúrgico del saludo de la paz y sobre todo el acercarnos a comulgar, debe fortalecer en cada uno de nosotros el compromiso por ser instrumentos de la paz del Señor donde quiera que estemos, y, como Iglesia debe fortalecernos en esta opción y compromisos pastorales en favor de la paz.

13. La Eucaristía y los jóvenes

Todos disfrutamos de ver a los jóvenes participando en las celebraciones eucarísticas, cantando en el coro, pasando a leer las lecturas o acolitando, y más aún pasando a comulgar. Pero es un hecho de que muchos jóvenes se han alejado de la asistencia a la Eucaristía, o de la participación en la Sagrada Comunión. No dejemos de tomar en cuenta a los jóvenes que asisten a la Eucaristía, y animémoslos y cualifiquémoslos para que sean de alguna manera ministros dentro de la celebración eucarística. El Sínodo de los jóvenes, a realizarse el próximo mes de octubre, seguramente nos dará grandes luces para poder mejorar nuestra Pastoral Juvenil, y ser una Iglesia en Salida hacia los jóvenes.

Es necesario ayudarle a los jóvenes para que no vean la Misa como una mera obligación de asistencia, sino como una realidad que tiene que ver con nuestra vida, para llevar a la Eucaristía lo que traemos y tomar fuerza en ella para lo que enfrentaremos después de asistir a ella. Dice el Papa Francisco en su mensaje a los jóvenes para la próxima jornada mundial de los jóvenes en Panamá: “María nos enseña a vivir en una actitud eucarística, esto es, a dar gracias a Dios, a cultivar la alabanza y a no quedarnos anclados en los problemas y en las dificultades... su participación en la Santa Misa y los momentos en que celebrarán el sacramento de la Reconciliación serán a la vez cumbre y punto de partida”. Ayudemos a los jóvenes a ser eucarísticos, participando en la Comunión, en la Adoración al Santísimo Sacramento, y viviendo en la actitud de agradecimiento al Señor por todo lo que viven.

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14. María y el Misterio Eucarístico

En su Carta Apostólica

Rosarium Virginis Mariae, mediante la reiterada propuesta

del Rosario, san Juan Pablo II propuso la contemplación del rostro de Cristo desde la perspectiva mariana. El Rosario, afirmó el Papa, “tiene un carácter marcadamente bíblico y evangélico, centrado sobre todo en el nombre y el rostro de Jesús, contemplando sus misterios y repitiendo las avemarías. Su ritmo repetitivo es una especie de pedagogía del

amor, orientada a promover el mismo amor que María tiene por su Hijo48.

La Eucaristía es luz, ante todo, porque en cada Misa la liturgia de la Palabra de Dios precede a la liturgia eucarística, en la unidad de las dos «mesas»: la mesa de la Palabra y la mesa del Pan Eucarístico. Jesús afirmó: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida»49. Esto fue lo que puso en crisis a gran parte de los discípulos, llevando a san Pedro a hacerse portavoz de la fe de los otros Apóstoles y de la Iglesia de todos los tiempos: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna»50. En la narración de san Lucas, los discípulos de Emaús terminarán diciéndole al Señor: «Quédate

con nosotros»51.

Además, la Misa, aun cuando se celebre de manera oculta o en lugares recónditos de

la tierra, tiene siempre un carácter universal. El cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a serpromotor de comunión, de paz y de solidaridaden todas las circunstancias de la vida. La imagen lacerante de la situación actual en que nos toca vivir... interpela más que nunca a los cristianos a vivir la Eucaristía como una gran escuela de paz, donde se forman hombres y mujeres que se comprometen a ser verdaderos artesanos de

diálogo y comunión52.

María es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como Madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evangelio, y entra a formar parte de su identidad histórica. Como a san Juan Diego, María nos da la caricia de su consuelo maternal y nos dice al oído: “El camino es largo, sí, pero que «no se turbe tu corazón [...] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?»”53.

La Santísima Virgen es la mujer de fe, que vive y camina en la fe, aunque el camino sea largo e incómodo54. Ella se dejó conducir por el Espíritu hacia un destino de servicio y fecundidad. Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos

48 Cfr. Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (16 octubre 2002), 19.21: AAS 95 (2003), 18-20.49 Jn 6,55. 50 Jn 6, 68. 51 cf. Lc 24,29. Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Mane nobiscum Domine, núm 12.

52 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Mane nobiscum Domine, núm 27. 53 Nican Mopohua, 118-119. 54 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, cap. VIII, 52-69.

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el mensaje de salvación, y para que los nuevos discípulos se conviertan en agentes evangelizadores55.

Invito a todos a que reflexionen sobre este gran don y tesoro de Cristo Eucaristía. Aun para los ya creyentes, nuestro estudio y reflexión puede reavivar un sentido de admiración reverencial y gratitud por el don de la Eucaristía.

15. Conclusión

Hermanos: que la celebración del VII Congreso Eucarístico Nacional suscite el «asombro» eucarístico en todos nosotros56 porque la Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia. El Santo Padre san Juan Pablo II deploró que hubiera “sitios donde se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística [...]; ciertos abusos que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este admirable Sacramento” [...] y que se notara “a veces, una comprensión muy limitada del Misterio eucarístico. Privado de su valor sacrificial, se vive como si no tuviera otro significado y valor que el de un encuentro convival fraterno”57.

La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es DON de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Por eso es que, para nuestro caminar por el sendero de la vida diaria y solidaria, sabiendo que “el camino es largo”, arduo y duro, necesitamos alimentarnos del Señor en su presencia eucarística: “PUEBLO DE DIOS: LEVÁNTATE Y COME, EL CAMINO ES LARGO”.

La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual durante la celebración de la Santa Misa. La eficacia salvífica del sacrificio se realiza plenamente cuando se comulga recibiendo el cuerpo y la sangre del Señor. De por sí, el sacrificio eucarístico se orienta a la íntima unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por nosotros en la Cruz; su sangre, «derramada por muchos para perdón de los pecados»58. Un insigne escritor de la tradición bizantina expresó esta verdad con agudeza de fe: en la Eucaristía, «con preferencia respecto a los otros sacramentos, el misterio [de la comunión] es tan perfecto que conduce a la cúspide de todos los bienes: en ella culmina todo deseo humano, porque aquí llegamos a Dios y Dios se une a nosotros con la unión más perfecta»59.

Que, al dar a la Eucaristía todo el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, seamos realmente conscientes de la

55 Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris Mater (25 marzo 1987), 6: AAS 79 (1987), 366. Cf. Propositio 58.56 Como lo deseaba vivamente san Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Ecclesia de Eucharistia, 6.57 San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 10. 58 Mt 26, 28.

59 NICOLÁS CABASILAS, La vida en Cristo, IV, 10: Sch 355, 270. Cfr. Ibid., 34

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magnitud de este don. Sigamos la enseñanza de los Santos, grandes intérpretes de la verdadera piedad eucarística. Pongámonos, sobre todo, a la escucha de María Santísima, en quien el Misterio eucarístico se muestra, más que en ningún otro, como misterio de luz. Mirándola a ella conoceremos la fuerza trasformadora que tiene la Eucaristía. En ella veremos el mundo renovado por el amor60.

Ahora que los Obispos de México hemos convocado a un Proyecto Pastoral 2031- 2033, mirando la celebración de los 500 años de las apariciones de Santa María de Guadalupe en el Tepeyac, y mirando la celebración de los 2000 años de la Pascua de Cristo, a alguien le puede parecer un camino lejano, y por eso creo más oportuna la celebración de este congreso que nos dice: CREYENTES DE MÉXICO “PUEBLO DE DIOS: LEVÁNTATE Y COME, EL CAMINO ES LARGO”.

Mérida, Yucatán, México, 15 de septiembre de 2018, festividad litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores.

+ Gustavo Rodríguez Vega Arzobispo de Yucatán


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